1492, la conquista del paraíso
2º C. Erika Francescelli y
Carlota Valverde.
"La batalla de
Augusto"
Augusto, general de las tropas del imperio romano y sobrino
del César, luchaba contra un soldado del ejercito Galo. A pesar de que los
Galos les superaban en número, al clavar su espada a aquel soldado, los romanos
ganaron la batalla.
Satisfecho, Augusto miró a su alrededor, pero al ver lo que
le rodeaba su alegría se fue. Tirados en el suelo estaban los cadáveres de
todos los romanos que habían luchado por la causa, pero también los cadáveres
de sus enemigos. Caminó entre los cuerpos inertes en busca de supervivientes.
La búsqueda fue interminable, sin embargo, solo recogió a
veintisiete soldados vivos y, para su desgracia, ninguno era su hermano.
Resignado se encaminó con los soldados heridos a su tierra, Roma.
Tras un largo y tortuoso viaje, llegaron
a las puertas de la ciudad. Los ciudadanos les revivieron con sonrisas de
alivio en sus caras, pero la tristeza reinaba en sus corazones. En honor a los
soldados perdidos en la batalla, alzaron un monumento en agradecimiento a su
sacrificio.
2º C. Noelia Franco
“El gran
viaje”
En un lejano puerto de España, tras una tormenta que
parecía no tener fin, y una niebla que no parecía que se fuera a desvanecer, se
vislumbra lo que parece ser un barco con grandes velas, exacto, una carabela.
Acorde la humareda iba desapareciendo, se tornaban de vivos colores los
muelles, veleros, barcas y barcos. Además, gente que parecían estatuas, ahora
saluda a la embarcación y sus tripulantes. Se podría decir que iban a hacer un
largo viaje, puesto que los marineros que quedaban en tierra, eran abrazados
por sus mujeres, de tal manera que parecía que era un viaje de ida, sin vuelta.
Ondeaba larga, la bandera de franjas rojas y amarilla sobre el palo mayor,
mientras el capitán en la proa, ignoraba al público de su alrededor, mientras
pensaba, “Algo grande va a pasar”. Tras ese pensamiento, no tardó en gritar,
“Levad anclas, avante toda, arriad las velas, pues partimos” Entonces, llegó un
momento un tanto desgradable, el prolongado adiós a los navegantes que se adentraban
en el desconocido Océano Atlántico, para ir dirección Oeste hacia las Indias.
Esto ocurrió hace cientos de años, si mi memoria no falla, en el 1492. ¿Qué
cosas podrían ocurrir en esta época, tratándose de un viaje por mar? A lo
mejor, vosotros lo sabéis…
2ºB. Inés Miñor y Laura Pérez
"El Sacrificio"
Antaño se libraba una guerra entre la
oscuridad y los humanos. A pesar de que los humanos eran fuertes y valientes,
las sombras siempre vencían ya que no podían morir, ¿o sí podían?
Edwin corría temiendo que las sombras pudieran atraparla, debía
internarse en el bosque. De repente, miles de gritos de guerra procedentes del
norte resonaron por todo el valle. La batalla final estaba a punto de comenzar.
Debía correr más, tenía que evitar la masacre que iba a producirse. Aún
recordaba las palabras que la dijo su abuela antes de partir: “Edwin, mi
pequeña, tu eres la única persona que podrá salvar al mundo de la catástrofe.
Yo tuve la oportunidad pero fracasé y condené a los míos. Debes conseguirlo, Edwin”
Consiguió internarse en el bosque, pero las sombras la pisaban los
talones. Al fin divisó el templo sagrado de la diosa Alanda. Las sombras no
podrían entrar allí, ya que se trataba de un lugar sagrado. Cuando llegó a la
entrada, descubrió una profecía escrita en piedra: “Las sombras serán soberanas
del mundo, pero solo hasta que el elegido ofrezca un sacrificio en el templo”
Justo lo que pensaba, sólo podía entrar el elegido. Más bien, solo
ella podía entrar en el templo. Edwin se arrodilló ante la puerta y se puso en
contacto con el guardián de la entrada: “Si crees ser la elegida, este campo de
energía te dejará pasar”
¿Campo de energía? No parecía que hubiese ninguno, lo que
significaba que entraría sin problemas. Edwin echó una última mirada al bosque,
al cielo, a las nubes, a las altas montañas… “Adiós mi querido mundo”
Se internó en el templo y se dirigió a la estatua de la diosa y
comenzó el ritual. “Yo, Edwin de Castelder, ofrezco mi sacrificio para acabar
con las sombras de este mundo. Y el sacrificio, ¡soy yo!
Una luz envolvió a Edwin y la levantó del suelo. Antes de
desaparecer por completo, tuvo un último pensamiento “abuela, lo conseguí”. La
luz iluminó todo el mundo y las sombras se disolvieron. Al fin, la guerra había
terminado.
”La isla
secreta”
Estaba perseguido por ladrones, corría, hasta
que me adentré en un bosque, donde les perdí el rastro. Encontré una casita en
lo más profundo del bosque. No había nada ni nadie, así que pensé que podría
quedarme a dormir allí.
A media noche, empecé a oír ruidos. Al principio pensé que era
alguna rama que golpeaba la casa, pero cada vez oía los golpes más cerca y me
asusté. No sabía qué hacer, así que me levanté y pregunté si había alguien. No
hubo respuesta pero los golpes pararon. Decidí no darlo importancia por miedo.
Al día siguiente fui a por comida ya que en la casa no había nada
más que paja. Cuando salí, empecé a andar hasta que llegué a un pequeño
riachuelo. Al otro lado se escuchaba música, así que busqué un puente o algo
para cruzarlo. Encontré un pequeño puente, aunque estaba un poco lejos. Estaba
hecho de piedra, parecía antiguo y estaba algo estropeado, pero no le di
importancia a su mal aspecto. Al final lo crucé sin problemas. Seguí andando al
son de la melodía tan dulce que se oía de fondo.
Cuando llegué al lugar de donde procedía, encontré una pequeña
cajita de música y le di cuerda. Pensé que era una trampa y no me confundí.
Salieron cinco hombres de repente. Eran cinco pequeños soldados que me llevaron
hasta el poblado, no hablaban mi idioma así que no podía comunicarme con ellos.
El pueblo era pequeño, con una muralla a su alrededor. Era muy antiguo y me
llevaron hasta el palacio. El rey era un hombre grande y regordete. Él sí me
entendió y me dijo que la casita era de un antiguo brujo que murió hace años y
que estaba encantada. También me dijo que me ayudaría a volver a mi hogar en
Nueva York. Me dijeron que me encontraba en una ciudad cerca de California. No
podía creer que en unos días hubiese acabado tan lejos, pero decidí no
discutir. Me llevaron en un carro con dos caballos. Me dormí en el camino y me
despertaron nada más llegar.
Ahora he decidido escribir esta pequeña aventura en mi diario. De
otro modo, la historia nunca saldría a la luz, sería un pequeño secreto sobre
la isla secreta.
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