VIVIR ES FÁCIL CON
LOS OJOS CERRADOS
NOELIA FRANCO. 3º C.
Saber que mi vida tuvo en sus días color,
abrióseme mi mente de luz, sol y calor.
Pero mil ideas mías, no vieron el amanecer,
oculta en la celda que me impedía yo ser.
Cerraron mi mente, ceñirme es lo que querían,
y mostrarme el camino que desviaba mi vida.
Solitaria, un alma sin expresión ni corazón,
me olvidé del pasado y perdí la razón.
Me enseñaron a volar sin alas, sin libertad,
educarme al 1 y 0, sin ninguna variedad.
Una monótona facilidad, aguantar el estándar,
mostrarme la realidad y mi destino real.
Cortar mi mentalidad, reducirme a polvo,
convertirme en una máquina, sin pensamientos propios,
buscarme una mente sin creatividad,
y enseñarme a la vida
que debo entrar.
Yo quería marcar la diferencia, no ser una más,
no quería una vida fácil, la auténtica dificultad.
Abstenerme a la sencillez, no era mi misión,
ser el único 1 entre un millón.
Claro, es más fácil cerrar la boca y acatar las reglas,
es mejor no ser un renegado y bloquear tus puertas.
Aceptar que te mangoneen, ser otro cero y callar,
cerrar tus ojos, y aceptar una fácil realidad.
PRIMER PREMIO POESÍA. 4º ESO.
ÓSCAR MORENO
PRIMER PREMIO POESÍA. 4º ESO.
ÓSCAR MORENO
Pasar los
soles y no darse cuenta,
Pasar el
tiempo y no sentir diferencia,
Pasar la
memoria y no recogerla.
Tener que
disfrutar una banda sonora,
Entre voces
lejanas sin cara.
Tener que
imaginar cómo sería,
Comer con
los ojos una nueva poesía.
Tener tu
todo en las manos,
Y poder
quererlo por sus cinco lados.
Oír que
vivir es fácil con los ojos cerrados
Y pensar:
porque no lo has probado.
PREMIO POESÍA 1º BACHILLERATO.
MARTA BERROCAL.
Cada día me despierto
deseando volverme a dormir,
inmersa en un sueño
es más fácil vivir.
deseando volverme a dormir,
inmersa en un sueño
es más fácil vivir.
Todo es posible,
en esa falsa realidad.
Con un sueño tan dulce,
¿quién querría despertar?
Con un sueño tan dulce,
¿quién querría despertar?
Yo no quiero despertarme
y volver a sufrir,
con los ojos abiertos
es muy duro vivir.
y volver a sufrir,
con los ojos abiertos
es muy duro vivir.
Ya sé lo que pasara
si ahora me despierto,
yo estaré sola
y tu. . .muerto.
si ahora me despierto,
yo estaré sola
y tu. . .muerto.
Por eso prefiero
quedarme durmiendo,
tumbada en mi cuarto,
viajando en el tiempo.
quedarme durmiendo,
tumbada en mi cuarto,
viajando en el tiempo.
Puedo estar contigo
y volver a sonreír.
Con los ojos cerrados,
Es más fácil vivir.
Gonzalo Pérez
Collantes, 3º B, Segundo premio prosa.y volver a sonreír.
Con los ojos cerrados,
Es más fácil vivir.
VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS.
Era una mañana de verano. Salía de casa con mi
madre rumbo a la panadería.
Como siempre, allí, pedía un pan de nueces, y
un pastel para el postre. A la vuelta, otra vez veía a ese señor, ese señor de
gafas muy oscuras, y con un bastón que no paraba de tambalear. Me asustaba
mucho. Mi madre me decía que solo era un hombre ciego, pero yo le tenía mucho
miedo. Siempre que me cruzaba con él, me reconocía muy fácilmente, y me
saludaba. Si cuchicheaba con mi madre, lo oía todo. Era increíble. Este hombre
se llamaba Pablo, y vivía sólo en el 4ºB. Yo vivía en el 4ºC, así que siempre
me enteraba de lo que hacía.
Un día de agosto, como siempre, fui a por el
pan, pero sólo. Mi madre había empezado a trabajar, y la canguro estaba
enferma, así que estaba sólo. El aburrimiento invadía la sala de estar. Era
pequeña, pero con el espacio muy bien aprovechado. Teníamos una gigante
televisión en la que se veían todos los partidos de fútbol. El fútbol era mi
pasión.
Sin embargo, al ser verano no había fútbol, así
que estaba tremendamente aburrido. Eran las dos y media del mediodía, acababa
de terminar de comer los macarrones que mi madre había dejado preparados, y de
repente sonó el timbre. Abrí la puerta sin pensarlo. ¡Era Pablo, el hombre
ciego! Estaba aterrado, me dijo que si tenía sal, que se le había acabado.
Aquí, en la ciudad de Málaga no había muchos supermercados, así que era
costumbre pedir cosas a los vecinos.
Le dí la sal. Me lo agradeció y me dio un
chicle de regalo. Se percató de que mi madre no estaba en casa, y me preguntó
que si quería ir a la suya para hacernos mutua compañía. Ante la oferta, me dio
miedo decirle que no, y fui. Su casa estaba impecable, era preciosa. En el salón
tenía una estantería llena de trofeos, le pregunte de que eran. Me contestó que
eran de fútbol. Me quedé alucinado.
Tras notar mi ilusión aclaró que eran de un
fútbol especial, del fútbol para ciegos. Le pregunté que cómo era ese fútbol.
Me dijo que se jugaba en asfalto y con un balón que al moverse, sonaba con
cascabeles. Parecía divertidísimo, y me prometió que si mi madre me dejaba, me
llevaría la semana que viene a ver el campeonato regional para ciegos. Pablo y
yo éramos amigos.
Al enterarse, mi madre se alegró mucho y me
dejó ir al campeonato, estaba muy nervioso por la ocasión. La semana entera la
pasé contándonos anécdotas del fútbol, era entretenidísimo.
Por fin llegó el día. Pablo estaba calmado, me
presento a sus compañeros de equipo. Todos eran ciegos. La charla técnica la
daba un entrenador que no era ciego. Era feliz, estaba viendo un partido de
fútbol desde dentro del vestuario. Por la megafonía, me enteré de que era la
final del torneo. Pregunté a Pablo que por qué no me lo dijo. Me respondió que
para él todos los partidos eran finales.
Todo estaba preparado. Empezó el partido. Pablo
jugaba muy bien, como sus compañeros. Al descanso iban empatados a cero goles.
El estadio estaba repleto de gente, era apasionante. La segunda parte estaba igualado,
pero en el último minuto, Pablo se quedó delante del portero.
Iba a chutar, pero un defensa le empujó
haciéndole falta. Penalti y tarjeta roja. El penalti lo tiraría el propio
Pablo. Había un silencio abrumador. Pablo chutó el penalti…¡Al palo! Había
fallado, pero el rebote lo recogió…y…¡GOOOOOOOOL! Todo el estadio gritó gol,
eran campeones, lo habían hecho.
Cuando levantaron la copa me dí cuenta de que
ser ciego no cambia el interior de la persona ni sus capacidades.
Volviendo a casa le dije a Pablo:
- ¿Por qué juegas tan bien si no puedes ver?
- Hijo, vivir es fácil con los ojos cerrados.
Respondió Pablo.
Ese día aprendí una gran lección. Abrí mis ojos
a la realidad ¡Gracias Pablo!
PRIMER PREMIO PROSA, BACHILLERATO.
IGNACIO RUIZ GARCÍA, B2C.
VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS
Antonia había salido,
como todas las mañanas, a las ocho de su casa, dirigiéndose hacia la parada del
autobús. Una vez allí se subía en uno cualquiera, al azar, y permanecía en él
durante todo el trayecto de la línea. Mientras el vehículo transitaba por las
calles, Antonia trataba de vislumbrar distintas emociones en el rostro de los transeúntes,
escenas cotidianas a través de las ventanas de los edificios. Ponía nombre y
apellidos a cada uno de ellos, componiéndoles vidas, recuerdos y amistades
entre si. La anciana que, esa mañana, se paseaba sola por el parque que se veía
desde la línea 2 había sido, sin duda, una afamada bailarina en su juventud,
hasta que un desafortunado accidente la obligó a retirarse. Antonia había
deducido que se trataba de la abuela, quizás una tía lejana, de la joven a la
que acompañaba al instituto aquellos días en los que se subía a la línea 8.
Puede que sus suposiciones no fuesen ciertas, pero dejar volar su imaginación
sobre las cabezas de los extraños ayudaba a Antonia a sobrellevar el duro y
anodino día a día.
Quizás, a juicio de un
observador inexperto, los viajes de Antonia pareciesen improvisados y
erráticos, y hasta cierto punto tendría razón. Era, sin embargo, una ciudad
pequeña aquella en la que Antonia vivía, y a través de la experiencia había
calculado que, entre el viaje en autobús y el camino a pie de vuelta, nunca
regresaba a su hogar más allá del mediodía.
Estas expediciones hacia
lo desconocido y alguna conversación con una u otra persona de su barrio
constituían los únicos momentos interesantes de vida para ella que tenía
Antonia. Una vez que volvía a su casa, regresaban con ella los gritos de los
vecinos, las malas noticias en la radio y sus dos nietos a comer, probablemente
la única vez en el día que lo hiciesen adecuadamente.
Se quedaba con ellos lo
que restaba de tarde y, tras haber tratado de establecer con ellos alguna
conversación que no se redujese a un monosílabo, pasaba el tiempo, con una
mezcla de desaprobación y aburrimiento, ante el televisor, que no despertaba en
ella las mismas sensaciones que sus viajes matinales.
Para cuando, ya bien
entrada la noche, su hija regresaba de su precaria jornada laboral a recoger a
sus nietos, Antonia, al ser preguntada por la visita al médico que mantenía día
tras día, contestaba de manera esquiva y genérica.
Antonia, en su fuero
interno, no se encontraba a gusto con la farsa, pero además de querer mucho a
su hija y a sus callados nietos, ella tenía una vida. Sin embargo, se veía
obligada a cuidar de aquello que la sociedad y el tiempo habían puesto a su
cargo. Quizás algún día pudiera vivir para ella misma antes de que la tuviesen
que cuidar como ella hacía con sus nietos, pero se mantuviese la situación, se
tendría que conformar con, día a día, cerrar los ojos a la realidad durante
cuatro horas y vivir la vida de los demás. Mañana a mañana. Línea a línea.
PREMIO LITERARIO. 4º ESO.
Mientras las olas del mar rompen el horizonte a
través de mi ventana, te escribo, o más bien nos escribo. Fue fácil pegar un
portazo, hacer caer el cuadro de la pared.
Coger el primer tren con destino a ninguna parte y
escribir tu nombre
mil y una vez y una vez en el vaho de laventana,
formando por el frío.
Fue fácil chillarte y romper mísilencio. Amarte
desde fuera hacia dentro.
Lo difícil era volver a pronunciar tu nombre en cada
esquina; probar el whisky viejo en los bares de mal ambiente donde te proclamé
eterno; arrancar las hojas de un calendario viejo.
Ahora soy como un viejo marinero navegando a la
deriva, al que el invierno desgata más que a sus suelas.
Una y otra vez cierro los ojos, y cerrando los ojos
yo, te quito la ropa. Noche tras noche, invierno tras invierno y durante la
primavera.
Cierto los ojos y vivo, soy libre, sigo escuchando
tu voz en mi voz y veo cómo nuestros acompasados pasos hacen brillar la luna.
Cierro los ojos y vivir es fácil. Durante cada llegada al alba, hora punta,
vuelvo a la avenida donde te prometí que sería mía, me
maldigo.
Y aun así, no sé cuando fui más feliz si al verte
amar y creerte eterna o verte fallar y proclamarte humana.
Ahora es, cuando me doy cuenta de que vivir es
fácil, con los ojos cerrados.
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