martes, 5 de mayo de 2015

CONCURSO LITERARIO 2015

SEGUNDO PREMIO DE POESÍA. ESO.
VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS 
NOELIA FRANCO. 3º C.
Saber que mi vida tuvo en sus días color,
abrióseme mi mente de luz, sol y calor.
Pero mil ideas mías, no vieron el amanecer,
oculta en la celda que me impedía yo ser.
Cerraron mi mente, ceñirme es lo que querían,
y mostrarme el camino que desviaba mi vida.
Solitaria, un alma sin expresión ni corazón,
me olvidé del pasado y perdí la razón.
Me enseñaron a volar sin alas, sin libertad,
educarme al 1 y 0, sin ninguna variedad.
Una monótona facilidad, aguantar el estándar,
mostrarme la realidad y mi destino real.
Cortar mi mentalidad, reducirme a polvo,
convertirme en una máquina, sin pensamientos propios,
buscarme una mente sin creatividad,
 y enseñarme a la vida que debo entrar.
Yo quería marcar la diferencia, no ser una más,
no quería una vida fácil, la auténtica dificultad.
Abstenerme a la sencillez, no era mi misión,
ser el único 1 entre un millón.
Claro, es más fácil cerrar la boca y acatar las reglas,
es mejor no ser un renegado y bloquear tus puertas.
Aceptar que te mangoneen, ser otro cero y callar,

cerrar tus ojos, y aceptar una fácil realidad.

PRIMER PREMIO POESÍA. 4º ESO.
ÓSCAR MORENO

No lo has probado

Pasar los soles y no darse cuenta,
Pasar el tiempo y no sentir diferencia,
Pasar la memoria y no recogerla.

Tener que disfrutar una banda sonora,
Entre voces lejanas sin cara.
Tener que imaginar cómo sería,
Comer con los ojos una nueva poesía.
Tener tu todo en las manos,
Y poder quererlo por sus cinco lados.

Oír que vivir es fácil con los ojos cerrados

Y pensar: porque no lo has probado.



PREMIO POESÍA 1º BACHILLERATO. 
MARTA BERROCAL.
Cada día me despierto
deseando volverme a dormir,
inmersa en un sueño
es más fácil vivir.
Todo es posible, en esa falsa realidad.
Con un sueño tan dulce,
¿quién querría despertar?
Yo no quiero despertarme
y volver a sufrir,
con los ojos abiertos
es muy duro vivir.
Ya sé lo que pasara
si ahora me despierto,
yo estaré sola
y tu. . .muerto.
Por eso prefiero
quedarme durmiendo,
tumbada en mi cuarto,
viajando en el tiempo.

Puedo estar contigo
y volver a sonreír.
Con los ojos cerrados,
Es más fácil vivir.
Gonzalo Pérez Collantes, 3º B, Segundo premio prosa.
VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS.
Era una mañana de verano. Salía de casa con mi madre rumbo a la panadería.
Como siempre, allí, pedía un pan de nueces, y un pastel para el postre. A la vuelta, otra vez veía a ese señor, ese señor de gafas muy oscuras, y con un bastón que no paraba de tambalear. Me asustaba mucho. Mi madre me decía que solo era un hombre ciego, pero yo le tenía mucho miedo. Siempre que me cruzaba con él, me reconocía muy fácilmente, y me saludaba. Si cuchicheaba con mi madre, lo oía todo. Era increíble. Este hombre se llamaba Pablo, y vivía sólo en el 4ºB. Yo vivía en el 4ºC, así que siempre me enteraba de lo que hacía.
Un día de agosto, como siempre, fui a por el pan, pero sólo. Mi madre había empezado a trabajar, y la canguro estaba enferma, así que estaba sólo. El aburrimiento invadía la sala de estar. Era pequeña, pero con el espacio muy bien aprovechado. Teníamos una gigante televisión en la que se veían todos los partidos de fútbol. El fútbol era mi pasión.
Sin embargo, al ser verano no había fútbol, así que estaba tremendamente aburrido. Eran las dos y media del mediodía, acababa de terminar de comer los macarrones que mi madre había dejado preparados, y de repente sonó el timbre. Abrí la puerta sin pensarlo. ¡Era Pablo, el hombre ciego! Estaba aterrado, me dijo que si tenía sal, que se le había acabado. Aquí, en la ciudad de Málaga no había muchos supermercados, así que era costumbre pedir cosas a los vecinos.
Le dí la sal. Me lo agradeció y me dio un chicle de regalo. Se percató de que mi madre no estaba en casa, y me preguntó que si quería ir a la suya para hacernos mutua compañía. Ante la oferta, me dio miedo decirle que no, y fui. Su casa estaba impecable, era preciosa. En el salón tenía una estantería llena de trofeos, le pregunte de que eran. Me contestó que eran de fútbol. Me quedé alucinado.
Tras notar mi ilusión aclaró que eran de un fútbol especial, del fútbol para ciegos. Le pregunté que cómo era ese fútbol. Me dijo que se jugaba en asfalto y con un balón que al moverse, sonaba con cascabeles. Parecía divertidísimo, y me prometió que si mi madre me dejaba, me llevaría la semana que viene a ver el campeonato regional para ciegos. Pablo y yo éramos amigos.
Al enterarse, mi madre se alegró mucho y me dejó ir al campeonato, estaba muy nervioso por la ocasión. La semana entera la pasé contándonos anécdotas del fútbol, era entretenidísimo.
Por fin llegó el día. Pablo estaba calmado, me presento a sus compañeros de equipo. Todos eran ciegos. La charla técnica la daba un entrenador que no era ciego. Era feliz, estaba viendo un partido de fútbol desde dentro del vestuario. Por la megafonía, me enteré de que era la final del torneo. Pregunté a Pablo que por qué no me lo dijo. Me respondió que para él todos los partidos eran finales.
Todo estaba preparado. Empezó el partido. Pablo jugaba muy bien, como sus compañeros. Al descanso iban empatados a cero goles. El estadio estaba repleto de gente, era apasionante. La segunda parte estaba igualado, pero en el último minuto, Pablo se quedó delante del portero.
Iba a chutar, pero un defensa le empujó haciéndole falta. Penalti y tarjeta roja. El penalti lo tiraría el propio Pablo. Había un silencio abrumador. Pablo chutó el penalti…¡Al palo! Había fallado, pero el rebote lo recogió…y…¡GOOOOOOOOL! Todo el estadio gritó gol, eran campeones, lo habían hecho.
Cuando levantaron la copa me dí cuenta de que ser ciego no cambia el interior de la persona ni sus capacidades.
Volviendo a casa le dije a Pablo:
- ¿Por qué juegas tan bien si no puedes ver?
- Hijo, vivir es fácil con los ojos cerrados. Respondió Pablo.

Ese día aprendí una gran lección. Abrí mis ojos a la realidad ¡Gracias Pablo!

PRIMER PREMIO PROSA, BACHILLERATO.
IGNACIO RUIZ GARCÍA, B2C.

VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS

Antonia había salido, como todas las mañanas, a las ocho de su casa, dirigiéndose hacia la parada del autobús. Una vez allí se subía en uno cualquiera, al azar, y permanecía en él durante todo el trayecto de la línea. Mientras el vehículo transitaba por las calles, Antonia trataba de vislumbrar distintas emociones en el rostro de los transeúntes, escenas cotidianas a través de las ventanas de los edificios. Ponía nombre y apellidos a cada uno de ellos, componiéndoles vidas, recuerdos y amistades entre si. La anciana que, esa mañana, se paseaba sola por el parque que se veía desde la línea 2 había sido, sin duda, una afamada bailarina en su juventud, hasta que un desafortunado accidente la obligó a retirarse. Antonia había deducido que se trataba de la abuela, quizás una tía lejana, de la joven a la que acompañaba al instituto aquellos días en los que se subía a la línea 8. Puede que sus suposiciones no fuesen ciertas, pero dejar volar su imaginación sobre las cabezas de los extraños ayudaba a Antonia a sobrellevar el duro y anodino día a día.
Quizás, a juicio de un observador inexperto, los viajes de Antonia pareciesen improvisados y erráticos, y hasta cierto punto tendría razón. Era, sin embargo, una ciudad pequeña aquella en la que Antonia vivía, y a través de la experiencia había calculado que, entre el viaje en autobús y el camino a pie de vuelta, nunca regresaba a su hogar más allá del mediodía.
Estas expediciones hacia lo desconocido y alguna conversación con una u otra persona de su barrio constituían los únicos momentos interesantes de vida para ella que tenía Antonia. Una vez que volvía a su casa, regresaban con ella los gritos de los vecinos, las malas noticias en la radio y sus dos nietos a comer, probablemente la única vez en el día que lo hiciesen adecuadamente.
Se quedaba con ellos lo que restaba de tarde y, tras haber tratado de establecer con ellos alguna conversación que no se redujese a un monosílabo, pasaba el tiempo, con una mezcla de desaprobación y aburrimiento, ante el televisor, que no despertaba en ella las mismas sensaciones que sus viajes matinales.
Para cuando, ya bien entrada la noche, su hija regresaba de su precaria jornada laboral a recoger a sus nietos, Antonia, al ser preguntada por la visita al médico que mantenía día tras día, contestaba de manera esquiva y genérica.
Antonia, en su fuero interno, no se encontraba a gusto con la farsa, pero además de querer mucho a su hija y a sus callados nietos, ella tenía una vida. Sin embargo, se veía obligada a cuidar de aquello que la sociedad y el tiempo habían puesto a su cargo. Quizás algún día pudiera vivir para ella misma antes de que la tuviesen que cuidar como ella hacía con sus nietos, pero se mantuviese la situación, se tendría que conformar con, día a día, cerrar los ojos a la realidad durante cuatro horas y vivir la vida de los demás. Mañana a mañana. Línea a línea.

PREMIO LITERARIO. 4º ESO.

Mientras las olas del mar rompen el horizonte a través de mi ventana, te escribo, o más bien nos escribo. Fue fácil pegar un portazo, hacer caer el cuadro de la pared.
Coger el primer tren con destino a ninguna parte y escribir tu nombre
mil y una vez y una vez en el vaho de laventana, formando por el frío.
Fue fácil chillarte y romper mísilencio. Amarte desde fuera hacia dentro.
Lo difícil era volver a pronunciar tu nombre en cada esquina; probar el whisky viejo en los bares de mal ambiente donde te proclamé eterno; arrancar las hojas de un calendario viejo.
Ahora soy como un viejo marinero navegando a la deriva, al que el invierno desgata más que a sus suelas.
Una y otra vez cierro los ojos, y cerrando los ojos yo, te quito la ropa. Noche tras noche, invierno tras invierno y durante la primavera.
Cierto los ojos y vivo, soy libre, sigo escuchando tu voz en mi voz y veo cómo nuestros acompasados pasos hacen brillar la luna. Cierro los ojos y vivir es fácil. Durante cada llegada al alba, hora punta, vuelvo a la avenida donde te prometí que sería mía, me maldigo.
Y aun así, no sé cuando fui más feliz si al verte amar y creerte eterna o verte fallar y proclamarte humana.
Ahora es, cuando me doy cuenta de que vivir es fácil, con los ojos cerrados.

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